El audiovisual está entrando en una nueva fase. No es solo un cambio de tendencia, sino una mutación en cómo se consume, financia y monetiza el contenido. La televisión conectada crece, pero no como canal homogéneo, sino como un ecosistema fragmentado, donde los modelos de publicidad, suscripción y gratuidad compiten por la atención del espectador.
En este tablero en transformación, YouTube ha cambiado las reglas del juego. Hace tiempo que dejó de ser una plataforma de vídeos cortos en móviles para convertirse en el mayor protagonista de la televisión conectada. Con más de 1.000 millones de horas diarias de visualización en televisores, YouTube es hoy, para muchos, «la nueva televisión». Su modelo híbrido —entre el contenido profesional y el generado por creadores— se ha integrado de manera natural en el salón de casa. Mientras tanto, las grandes plataformas de streaming luchan por fidelizar suscriptores, experimentar con anuncios y encontrar nuevas formas de monetización. El mercado publicitario también se está reconfigurando. La segmentación avanzada que ofrece la CTV está atrayendo cada vez más inversión, desplazando progresivamente los presupuestos de la TV lineal. Pero la fragmentación sigue siendo un reto: ¿cómo medir el impacto en un entorno donde conviven plataformas SVOD con AVOD y canales FAST? ¿Cómo competir con un YouTube que ya es dominante en televisores y, al mismo tiempo, sigue creciendo en otros dispositivos?
El streaming, por su parte, ha dejado de ser un modelo único. Más allá de Netflix, Amazon, Disney+ o Max, el mercado se segmenta. Plataformas especializadas como iQIYI o Vix nos dicen que crecen apostando por nichos de audiencia, mientras que el deporte en streaming sigue en fase de ajuste. Aunque la inversión en derechos deportivos ha crecido, el acceso al contenido sigue siendo un rompecabezas para el espectador. El futuro del audiovisual ya no es lineal. Es una realidad alterada, donde los modelos de negocio se superponen, la inversión publicitaria busca nuevos equilibrios y las plataformas luchan por un espectador cada vez más difícil de retener. No hay una única respuesta, pero la pregunta clave sigue siendo la misma: en esta nueva era de la televisión conectada, ¿quién liderará la pantalla grande?
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