Todavía es un poco pronto para saber cómo acabarán los aranceles de Trump, lo que podemos decir es que probablemente no acabarán bien. Porque, según los analistas, los aranceles impuestos por el nuevo presidente de EE. UU. a las importaciones podrían perjudicar gravemente incluso la distribución de contenidos audiovisuales europeos en EE. UU. Los temores son muchos y en gran parte fundados.
Hay quien teme que los operadores estadounidenses se desanimen a la hora de comprar producciones europeas y que las plataformas de streaming se vean obligadas a desincentivar las inversiones en contenidos locales si los costes aumentan demasiado debido a las nuevas tarifas. Por lo tanto, la producción audiovisual europea se enfrentaría a años de menor visibilidad en el mercado estadounidense, a menos que decida ir a producir ciertos contenidos al otro lado del Atlántico, lo que, sin embargo, la pondría en el punto de mira de la reciprocidad de los posibles aranceles impuestos por el Viejo Continente.
También habrá que evaluar si los aranceles generarán un efecto dominó en las políticas de desgravación y financiación concedidas por gobiernos e instituciones locales y regionales en beneficio de las coproducciones internacionales, y de Estados Unidos en particular, y cómo lo harán.
Lo que es seguro, sin embargo, es que la Europa del sector audiovisual, junto con la de toda la economía en general, tendrá que empezar a replantearse su situación para respetar y hacer valer sus prerrogativas e intensificar su capacidad comercial. Por no hablar de los aspectos relacionados con la creatividad. De hecho, uno de los mayores temores es que se ceda a una especie de «americanización» de los contenidos para hacerlos más agradables al viento trumpiano que sopla en Estados Unidos. Esto podría reducir la diversidad cultural de los contenidos y socavar el valor artístico y social que las películas y series europeas aportan al público global. En respuesta a esta amenaza, hay quien, quizá un poco prematuramente, incluso empieza a proponer aumentar las cuotas de producción europea para las plataformas estadounidenses y hacerlas más estrictas. Lo que es seguro es que, entre las naciones europeas, con la excepción de Inglaterra, España es el país que tiene más oportunidades que perder con esta política de aranceles, dado el estrecho intercambio que ha mantenido durante mucho tiempo con los operadores estadounidenses de habla hispana. Por lo tanto, tan pronto como las condiciones sean más claras, las instituciones políticas y comerciales españolas deberán sentarse a la mesa para proporcionar a la industria audiovisual del país las herramientas necesarias para que el golpe sea lo menos posible y no anule el gran trabajo que este sector ha realizado con diligencia en los últimos años.
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