La industria audiovisual española no sabe que está…

Para que una persona pueda dar lo mejor de sí misma, tiene que saber, no solo quién es y qué quiere, sino también cómo la perciben los demás. En mi opinión, esta regla se aplica también a los países y, en consecuencia, a cualquiera de sus mercados o actividades económicas.

Pues bien, cada vez que hablo con protagonistas del mercado audiovisual italiano, tanto si son de cine como de televisión, y les cuento a grandes rasgos los aspectos más destacados del sistema creativo e industrial español, lo que veo es mucho aprecio y curiosidad. Por un lado, aprecio por la indudable recuperación de la industria española del entretenimiento y por cómo ha sabido organizarse en las últimas décadas; y, por otro, una gran curiosidad por el carácter creativo y original de sus producciones. Se trata de una valoración positiva que trasciende los lazos que unen a ambas naciones en términos culturales y lingüísticos. Digamos que el sector audiovisual español ha sabido expresar su voz en el contexto internacional. Y lo ha hecho, quizá, sin proponérselo, sin que las dificultades objetivas hayan constituido un freno. Por desgracia, es algo que rara vez veo entre los operadores. No siempre se es consciente de la capacidad y el potencial real que las productoras y las cadenas en su conjunto han demostrado y podrían seguir aportando. En el mejor de los casos, ocurre de forma esporádica, ligada a un éxito o logro puntual. Nadie duda, y todo el mundo reconoce que, a escala estructural, España es quien mejor promueve su sector audiovisual y su marca nacional en Europa. Y es precisamente ahora, cuando se intuye el camino a seguir, el momento de tomar carrerilla para dar el salto final. Parar ahora a pensar en las dificultades (que las hay y muchas) podría impedir centrarse en el objetivo, que es atraer cada vez más inversiones del exterior y producir cada vez más horas para el mercado mundial.

Es de interés de España, de toda España, el apostar por el audiovisual como un sector que puede impulsar empleo de calidad y la imagen del país, así como su indudable capacidad creativa y emprendedora. Bastaría con creérselo cada vez más y mejor.

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